viernes, 22 de abril de 2011

Paradigmas y Dimensiones del Ser Humano

El ser humano se desarrolla en cuatro dimensiones: Mental, Emocional, Físico y Espiritual. Las cuales se encuentran interrelacionas e indivisiblemente conectadas. Cada una afecta a la otra, y lo ideal es establecer o alcanzar un estado de equilibrio entre ellas, lo que permite al ser humano desarrollar una vida plena y más feliz.

Cada una de estas dimensiones en equilibrio determina nuestro bienestar, determina la forma en que experimentamos la vida y cada uno de los acontecimientos que en ella ocurren.

Por ejemplo nuestros pensamientos afectan directamente nuestras emociones y la manera en que nos sentimos, en el otro sentido nuestras emociones y nuestros pensamientos determinan la química de nuestro cerebro, y la química de nuestro cerebro determina el estado de nuestro cuerpo.

Desde otra perspectiva la calidad de nuestro alimento y el estado de nuestro cuerpo incide también en la química de nuestro cerebro, y eso afecta directamente nuestras emociones y pensamientos.

Somos un todo integrado y no podemos dejar nada de lado. Pero por increíble que parezca vivimos como en compartimentos separados, a veces somos muy racionales, otras veces somos emocionales, otras nos centramos en el cuerpo y en ocasiones nos enfocamos en el aspecto espiritual. Cuando en realidad estamos siempre viviendo en todas y cada una de esas dimensiones.

Resulta que estas dimensiones se ven afectadas por creencias, paradigmas arraigados a través de los cuales establecemos nuestro relacionamiento con los demás. Existen dos componentes claves en el vivir:
• Las Realidades, hechos concretos que no tienen ningún valor asociado.
• Las valoraciones psicológicas que nacen de nuestras creencias, las cuales asignan valor a esas realidades.

Esta asignación de valor es la que determina nuestra percepción sobre esas realidades, lo que justamente ocasiona que una situación determinada sea percibida de manera diferente por cada ser humano.

La incompatibilidad entre las realidades y nuestras valoraciones, introducen conflicto, por consiguiente crean el dolor psicológico. Por ejemplo la muerte, una realidad, no tiene una connotación hasta que nos afecta emocionalmente, al tocar algún ser querido, sino pasa como cualquier otro acontecimiento sin importancia. Esto no está bien ni mal, sólo que cuando nos centramos en el conflicto ocasionado por la valoración de la realidad, creamos un desequilibrio en alguna dimensión en la que nos desarrollamos.

Por consiguiente surge en el ser humano la tendencia a tratar de cambiar las realidades desde la perspectiva de la valoración que asignamos a ella, esto de alguna manera sería como tratar de enseñar a ladrar a un gato, cosa que resulta imposible.

Cuánto más clara sea nuestra percepción de esas realidades, y menos valoración sea asignada seguramente será posible alcanzar estados de bienestar más completos, por consiguiente una vida más plena, en lo familiar, laboral, emocional, físico, etc.

Algunas reflexiones que quisiéramos compartan con nosotros.

En lo físico: ¿Cómo actuaríamos si hubiéramos tenido un ataque al corazón? ¿Cómo cuidaríamos nuestro cuerpo? ¿Cómo sería nuestra vida?

En lo Mental: ¿Cómo nos prepararíamos si nuestra profesión sólo tendría una vigencia de dos años?

En lo Emocional: ¿Cómo nos comportaríamos, si los demás podrían percibir lo que pensamos con relación a ellos?

En lo Espiritual: ¿Cómo viviríamos si cada tres meses, tendríamos una cita con el creador?




Carlos Arteaga

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